02 SÁBADO, 21 DE DICIEMBRE DE 2013
LA ÚLTIMA CENA DE JESÚS
La
Biblia puede, sin lugar a dubitaciones, ser considerada como la obra maestra de
la literatura universal y la lectura de ella produce un tan encendido deleite
que engendra el deseo de realizarla una y mil veces. Fueron precisamente estas
repetidas lecturas que efectué las que me indujeron a escribir aspectos
relacionados con la vida de uno de sus paladines, quizás el más extraordinario
ser que ha pisado la tierra, nos referimos a Jesús de Nazaret. La Biblia nos da
la impresión de tratarse de un auténtico compendio de escritos recopilados a lo
largo de la evolución mental del pueblo hebreo, ya que se trata de trabajos que
representan un alto grado de octanaje intelectual. Es fácil distinguir tres
grupos de manuscritos: El Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y el
Apocalipsis. Para el cumplimiento de nuestros afanes sólo tocamos el segundo
grupo en donde se ubican los Evangelios con sus respectivos autores, los
discípulos del Nazareno que vivieron la tragedia más grande que recuerda la
historia: La Pasión de Cristo.
En
los Evangelios de San Juan y San Mateo la Pasión comprende los avatares por las
que pasa Jesús cuando decide enfrentar a su propio destino en la creencia de
que con ello se salvará el hombre del remordimiento de sus pecados y ella empieza
con la “Última Cena”, sigue el “Juicio” y termina con el “Vía Crucis”.
Era
el año 33 del que sería el Calendario Cristiano, cuando Jesús se decide ir a la
ciudad de Jerusalén con motivo de la tradicional fiesta del “Cordero
Degollado”. El camino de Bitinia a la ciudad de David se encontraba bastante
concurrido por transeúntes de todo
género y las infaltables bandas de malhechores entre la que sobresalía la de
Barrabás. Jesús y sus discípulos podían sentirse seguros por el acompañamiento
de una corte de seguidores. Una mirada retrospectiva de Judea en este tiempo,
nos hace conocer una sociedad caótica y esclavista por el doble gobierno que tiene que soportar;
por un lado, el dominio imperialista de Roma con Pilatos como gobernador; por otro,
la diabólica dictadura del Rey Herodes “El Grande”.
Poncio Pilatos, Gobernador de Judea
La
dominación romana infiltra en el judaísmo la idea alienante de que la
subordinación es el punto de partida para consolidar el derecho de posesión
territorial y humano a fin de implantar la esclavitud humana. En San Juan
encontramos: “- Maestro – le pregunta un fariseo -, sabemos que hablas siempre
con sinceridad y que enseñas el camino de Dios de acuerdo con la más pura
verdad… ¿Está permitido o no pagar el impuesto al César?”
Herodes “El Grande”, Rey de Judea
-“Jesús, mostrando
la cara del César en el denario, le dijo: - Por tanto, den al César lo que es
del César, y a Dios lo que a Dios corresponde”.
La
dictadura integral se consolida cuando los poderes del dominador y dominado se
funden con el fin de perpetuar los
privilegios y las prebendas, estableciendo la pena de muerte a los disconformes;
pero, en un mundo dialéctico como el
nuestro, la muerte trae vida y luz a los enceguecidos por la opresión y la violencia;
para eso ha venido Jesús a la vida para la cual tiene una misión doble que cumplir: inducir en los
hombres una esperanza de fe en Dios y darle a los afligidos en este valle de
lágrimas la esperanza de un mundo mejor. El camino misionero para unir a los
hombres desiguales, según la expresión: “amaos los unos a los otros”. Es la
filosofía del verdadero amor porque tiene a la tolerancia como base de
sustentación y se manifiesta por el respeto al hombre tal como es, porque
comprende sus debilidades y lo acepta a pesar de sus limitaciones y, en fin,
porque amar al prójimo es amarse a sí mismo. La cena pascual está al voltear la
esquina.
Una
flauta dulce y quejumbrosa entona presagios de mal agüero en una tarde triste y
taciturna. El Maestro está por reunirse por última vez con sus alumnos para
justificar el adiós del hasta siempre, el hombre del cántaro rojo los guiado
hasta un cuarto que tiene una mesa rectangular con capacidad para doce personas
y un número igual de banquetas de madera. Hay, también, pan sin levadura y vino
tinto, un cáliz de plata. El Maestro, después de lavar los pies a los apósteles
en señal de humildad y siendo negado por Pedro, los reconforta
diciéndoles: - “… Si yo, que soy el
Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los
pies, unos a otros”.
El
Galileo rompe el silencio en la quietud de la noche al hablar con voz
lastimera:
-“En
verdad les digo: uno de ustedes me va a entregar”-
-“¿Quién
puede ser el traidor?” –
-“¿Acaso
Señor, yo soy el traidor’?” – pregunta uno de ellos y el Nazareno, responde:
-
“Voy a remojar un poco de pan. Al que se lo dé, ese es” – y después de
entregárselo a Judas, agregó: -“Lo que vas a hacer, hazlo pronto” –
La Última Cena de Leonardo da Vinci
El Maestro, luego
de repartir el pan y el vino a sus discípulos, habla en los términos
siguientes:
-“Os
doy un mandamiento nuevo: Que os améis los unos a los otros. Que como yo os he
amado, así os améis también vosotros, los unos a los otros…”
Desde
que se fue Judas Iscariote, las sombras de la noche se aparecieron como por
encanto, que contrastaban con la luz que despedían las enseñanzas del Maestro.
Todas las inquietudes de los apósteles fueron satisfechas y sus interrogaciones
respondidas a cabalidad y a continuación el Galileo coge el pan, pronuncia su bendición y lo reparte
entre sus discípulos, diciéndoles: -“Tomad, comed, éste es mi cuerpo” – Luego,
llena las copas y dando las gracias las distribuye a todos ellos, diciéndoles:
- “Bebed todos de ella, porque esta es sangre de la Alianza que va a ser
derramada por muchos para perdón de los pecados… “ –
-
“En el mundo tendréis tribulación,
pero ¡ánimo! Yo he vencido al mundo” – Y finalizado el salmo, Jesús termina el
ágape con las palabras: - “Vámonos de aquí” –
La
cena está concluida.
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