EL JUICIO A JESÚS
Por Luis Ezcurra Puell
Una
tenue y gélida brisa que proviene de los esteros del Cedrón, surcan los aires
sobre el espacio verdoso de los Olivos, y mece los frutos como hamaca tropical
del huerto de Getsemaní. El viento, como si estuviera revoloteando, lanza
lánguidos gemidos a yayeros que pronostican una noche de perros de inmensa
pesadumbre. El Maestro ya se encontraba ahí, confundido con la prístina
naturaleza verdosa, en una cita con su propia adversidad; vivía los estertores
de su primera agonía, mientras la noche negra ocultaba entre los matorrales,
prisioneros de las sombras, a los once apóstoles, que dormían plácidamente
y ajenos al drama del calvario que
empieza a sentir Jesús. La angustia se apodera de él y empieza una terrible
duda sobre su misión en esta vida que hieren cruelmente sus pensamientos
pasajeros: A Pedro le dice: - “Siento una tristeza de muerte…” – Cuando está
nuevamente solo, le habla a su Padre: - “Padre si es posible, aleja de mi esta
copa. Sin embargo9, que se cumpla no lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”
– Muy cerca se escuchan los pasos de hombres apresurados, cuyas voces se
escuchan mejor a medida que se acercan: Se trata de Judas con los fariseos y
soldados que vienen por el Nazareno con órdenes de Caifás. Judas, después de
abrazar y besar en la mejilla al Maestro, le dice: -“Buenas noches, Maestro” –
“Amigo, ¿a qué vienes?” – le responde Jesús. De inmediato el Galileo es tomado
con violencia por los esbirros del Sumo Sacerdote y despierta la furia de uno
de sus discípulos, quién, sacando su espada, hiere a un sicario. El Maestro
cura al herido y luego reprende al heridor, diciéndole: - “Vuelve la espada a
su sitio, pues quien usa la espada, perecerá también por la espada” – Con el
arresto de Jesús llega la huida temerosa de los discípulos, que desaparecieron
como por encanto.
Jesucristo,
atado d manos, es llevado a la casa de Anás, donde se encontraba el Sumo
Sacerdote y otros. Era el amanecer de
una noche lóbrega y fría, atrás había quedado la triple negación de Simón
Pedro, ahora estaba frente a frente dos hombres distintos por naturaleza, Jesús
y Caifás; el primero es un virtuoso del bien, el segundo, es un fariseo del
mal; aquél, un paradigma de la verdad y la belleza, éste un singular ejemplo de
lo falaz y la fealdad; el Sacerdote quiere hacer de Jesús un chivo expiatorio,
el Nazareno busca convertirse en redentor de los pecados humanos. Estaban
mirándose a los ojos cuando el sacerdote masculla una pregunta: - “Yo te ordeno
de parte del verdadero Dios que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de
Dios” – “Así es – responde el Maestro -, tal como acabas de decir; yo les
anuncio además que a partir de ahora, ustedes verán al Hijo del Hombre, sentado
a la derecha del Dios Todopoderoso” -
Jesús y Caifás
La suerte estaba
echada para el Nazareno, fue enviado ante el Gobernador para ser sentenciado a
muerte.
(Salude al mundo por año nuevo a precios económicos por
este Semanario Sabatino)
Feliz
Año Nuevo!
Locales de
atención: Tumbes, Mayor Bodero 125. Lima: Ayacucho 880-1 Magdalena del Mar.
La Sentencia
La
política impuesta por Roma del Cogobierno en las provincias conquistadas,
favorecía al imperio y las castas dominantes y estaba en contra del pueblo
esclavizado. El cogobierno era una alianza habida entre el César y el Rey
sojuzgado, con el beneplácito de la aristocracia del poder dominante, integrada
por militares y sacerdotes, en ambos bandos. En aquel entonces, la provincia de
Judea estaba al mando del Rey Herodes
Antipa, el Sumo Sacerdote de los “hombres de oración” Caifás y el Gobernador,
Pro Cónsul y Juez Supremo Poncio Pilatos. Los tres poderes unidos en uno solo
para hacer frente al movimiento de cambio pacifista creado por Jesús y
sustentado por las expresiones totalmente conmovedoras:
-“No hagas a otro lo que no quieres que hagan contigo”-
-“Amaos los unos a los otros” –
-“La salvación por el amor verdadero de cada uno para
la salvación eterna” –
-“No hagas de otro un esclavo sino quieres que hagan
de ti un esclavo” –
En
medio de tanta violencia en Judea estaba prohibido aplicar la pena de muerte
sin autorización del Juez Supremo Poncio Pilatos quién, al verse frente al
Nazareno, le pregunta:
-
“¿Eres tú el Rey de los judíos?” –
-
“Viene de ti esta pregunta o
repites lo que otros te han dicho de mí” – le responde
-
“¿Acaso soy judío yo? Tu nación y
los jefes de los sacerdotes te han entregado a mi ¿Qué has hecho?” –
-
“Mi Reino no es de este mundo, si
fuera rey como los demás de este mundo, mis servidores habrían luchado para que
no cayera en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de acá” –
El
Procónsul, un tanto intrigado por las palabras del Maestro, se pregunta a sí
mismo: “¿Qué es la verdad?”, y de inmediato va al encuentro de los sacerdotes
para decirles:
-
“Ningún delito encuentro yo en él,
pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua.
¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al rey de los judíos?” – Los
religiosos protestaron indignados y respondieron a gritos:
-
“¡A ése, no; a Barrabás!” –
El
maltrato y el ensañamiento se convierten
pronto en una orgía de sangre, aparece el dolor que se manifiesta claramente en
el rostro del Galileo. La soldadesca
romana se comporta con crueldad azotándolo y humillándolo con una corona de
espinas, pero, por más que lo torturen, ¡no podrán matarlo! Parodiando el
“Canto Coral a Túpac Amaru” de Romualdo, decimos:
Quebrantarán sus huesos, el brazo y la mano;
Dislocarán sus falanges, la falangina y falangeta,
pero no podrán romper su Fe indeclinable a Dios,
ni la bondad que irradia su cuerpo maltratado.
Le atarán las manos y los pies,
y sacarán las uñas de los dedos;
Le reventarán con saña los globos oculares
y le cortarán
también la lengua,
pero no podrán
quitarle el amor infinito que siente
por Dios y los hombres,
ni tampoco su sed
insaciable de justicia social.
Le incrustarán la
corona de espinas sobre su cabeza,
Lo obligarán a
cargar una cruz sobre sus hombros,
y hasta
crucificarán en el monte Calavera,
¡Pero nunca, nunca
jamás, podrán matarlo!
Abrumado
por un infame castigo inmerecido y abandonado a su suerte adversa, a medida que
se acrecientan sus males también crece la aureola de la fama y de la gloria;
con una capa roja puesta sobre su espalda y una corona de espinas puesta sobre
su cabeza, es llevado en vilo ante Poncio Pilatos, quién se sorprende al verlo,
y le dice escuetamente:
-
“¡Ecce hommo!” –
¡Que
no es otra cosa que un hombre humilde cargado ya de grandeza!
¡Ecce
hommo!
-
“¡Crucifícalo! – gritan los
fariseos –
-
“ tómenlo ustedes y crucifíquenlo.
Yo no tengo motivo para condenarlo” – responde Pilatos –
-
Los judíos contestan con gritos
por encontrarse totalmente enardecidos:
-
“Nosotros tenemos una ley y, según
esta ley, debe morir, porque se hizo pasar por Hijo de Dios” – El Procónsul
vuelve al recinto judicial para seguir interrogando a Jesús.
-
“¿De dónde eres tú? ¿No me
contestas a mí? ¿No sabes que estás en mis manos, dejarte libre o mandarte a
crucificar?” –
-
Los fariseos, creyendo en un a
posible blandura del romano, le lanzan una amenaza,
-
“Si lo dejas libre, no eres amigo
del César, porque todo el que se proclame rey va contra el César” –
Por
la alianza Roma-Judea, Pilatos somete a consideración de la plebe la libertad
con motivo de la Pascua entre Jesús y Barrabás, mientras que hipócritamente se
lava las manos y alcanza a decir en medio del vocerío de los fariseos:
-
“Ahí tienen a su rey” – y luego
agrega:
-
“Quieren que crucifique a su rey”
-
Las
voces de los hombres de oración parecen más alaridos de una jauría, reafirman,
-
“No tenemos más rey que al César”
Pilatos se lava las manos
Jesús
de Nazaret es condenado a la pena de muerte por crucifixión.
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